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A mi hijo


Bailan las palabras al ritmo de las nubes corriendo en medio de tu gran cielo azul claro.Universo de flores y soles, de estrellas felices y caracoles con perdices.Brilla tu mirada al ritmo de la luz de la luna, media, entera, llena y al revés, sonriente y sin sonrisa, tu luna es mi guía de amor.No imagino mañanas, ni atardeceres, noches ni días sin tu compañía fiel, sin tu belleza inocente y sin tu incontrolable energía.Saltan los colores del mundo al ritmo de las olas que nadan sobre la tierra, infinitamente incierta, calurosa e impredecible.La quietud de las paredes se sacude con el sonar de tu corazón que late suave pero fuerte, firme pero movedizo y al revés.Inconfundible sentimiento de amor, inexplicable, inevitable, sorprendentemente grande.Grande como vos, grande como yo al mirarte.Bailan las palabras con el viento de tus suspiros, baila mi vida con tu despertar.Universo de canciones y cuentos, de pelotas y autos.Brillás cada segundo más, brillan mi alma y mi mente con solo mirarte nuevamente.

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El príncipe encantado (Cuento)

Había una vez un castillo gigante, muy gigante que lleno de colores en su interior, aguardaba la llegada de un príncipe encantado. Mientras nadie tocaba a su puerta, el castillo se preparaba cada día para ese gran momento, adornaba sus habitaciones con mucha imaginación y muchísimo color. Tenía 1500 habitaciones y 458 baños. 15 patios de ilusiones y 10 jardines de mariposas. Tambien había 5 piletas que se escondían entre los miles de árboles y puentes colgantes. El puente mayor tenía lucecitas de galletitas y flores de caramelos, y cada mañana se llenaba de preciosos pajaritos que revoloteaban y cantaban sin parar a su alrededor. Los perros se vestían de traje y galera plateados todos los días y se sentaban en la enorme puerta, de hierro de dulce de leche, a esperar, mientras leían cuentos fantásticos y comían tortas de chocolate. Las hadas del castillo trabajaban en todo momento, perfumando las alfombras, preparando dulces y chupetines para la llegada del príncipe. Así pasaban los día...

Ahora

Soy lo que dejaste de mí, fui lo que quisiste que sea cuando vos quisiste que sea. Fuimos la nada misma mientras parecía que seríamos todo. Eras ese sueño de tantos años, eras la ilusión que había quedado sumergida en medio de la vida. Soy lo que nunca quisiste que sea. Fui más de lo que merecías, fui mucho más de lo que creí ser. Si pudiera decirte todo lo que no quisiste escuchar, ya no te lo diría. Ya no. Soy lo que aprendí de vos, soy tanto más que no podrías reconocer tan siquiera mi voz. Fuimos la nada antes y después. Y nunca más volveremos a ser. Yo soy. Vos, no sé.

Sangre

Se mueren las maderas con sólo caminar, la inmensa casa abandonada parece agonizar. Una mujer se asoma, temblando sus pies, el terror le invade hasta los huesos. La mirada perdida hacia el mar, que, con su oleaje fino atravesaba su andar. La sangre se derramó una vez más, bajo la almohada al final. Un perro ladra. Un pájaro ya dejó de cantar. Las maderas parecen llorar. Las deja caer, las oye morir. Ya no brillan sus ojos ni al pasar, le tiembla el cuerpo y el alma aún más. El alma ya cansada y olvidada bajo aquella almohada ensangrentada.