Sentir que los dedos se secan como la helada contra el viento. Ya las manos no necesitan moverse, ya el color es tenue y tristemente verde.
Celebrando la vida nos encontramos, bajo la misma rutina de antaño. El nido está aún repleto de calor, amor, dolor, rencor. Ya no se tolera, por momentos.
Sentir que la mente se agotó fumando cigarrillos mientras soñamos con las calles de Nueva York.
Las sábanas grises, oscuras, se tiñen de silencio abrumador. Tal es el silencio que nos lastima cada centímetro de piel. Ya no oímos, no hablamos ni nos miramos.
Los dedos secos, helados, fieros.
Las manos enojadas. La espalda doblada. Celebremos más vida reencontrándonos con la rutina. El nido revive, nos ama, nos abraza, nos tiene.
Celebrando la vida nos encontramos, bajo la misma rutina de antaño. El nido está aún repleto de calor, amor, dolor, rencor. Ya no se tolera, por momentos.
Sentir que la mente se agotó fumando cigarrillos mientras soñamos con las calles de Nueva York.
Las sábanas grises, oscuras, se tiñen de silencio abrumador. Tal es el silencio que nos lastima cada centímetro de piel. Ya no oímos, no hablamos ni nos miramos.
Los dedos secos, helados, fieros.
Las manos enojadas. La espalda doblada. Celebremos más vida reencontrándonos con la rutina. El nido revive, nos ama, nos abraza, nos tiene.
Comentarios
Publicar un comentario