Ir al contenido principal

Algo hay

Hay una silla en el medio de la casa.
Gris oscura es la pared que alcanzo a ver, la ventana está cerrada, pero pareciera abrirse con el viento.
La heladera a mi derecha, es marrón gastado, es vieja, es usada, es fea.
Hay un sillón a mi izquierda, verde, como los mosaicos, verde como el marco de la puerta, como el pasto de afuera.
El techo combina a la perfección con la heladera, viejo y gastado, viejo y usado.
No puedo caminar, siento los pies pegados al piso, mis manos a mi cuerpo, mis dedos a mis manos, mi piel inamovible.
Entro en pánico, trato de calmarme, imposible.
Me desespero. No puedo.
Quiero caminar, quiero gritar, ansío salir corriendo de acá, tengo que estar.
Escucho tu voz que me llama desde más allá de la silla, la silla……chiquita, el respaldo está roto, el asiento humildemente reparado mil veces.
El piso es un precipicio, no logro ver el fondo.
Tu voz se desgarra con cada palabra que me grita, no llego, no me puedo mover.
No termina nunca este pasillo que no me deja ver.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El príncipe encantado (Cuento)

Había una vez un castillo gigante, muy gigante que lleno de colores en su interior, aguardaba la llegada de un príncipe encantado. Mientras nadie tocaba a su puerta, el castillo se preparaba cada día para ese gran momento, adornaba sus habitaciones con mucha imaginación y muchísimo color. Tenía 1500 habitaciones y 458 baños. 15 patios de ilusiones y 10 jardines de mariposas. Tambien había 5 piletas que se escondían entre los miles de árboles y puentes colgantes. El puente mayor tenía lucecitas de galletitas y flores de caramelos, y cada mañana se llenaba de preciosos pajaritos que revoloteaban y cantaban sin parar a su alrededor. Los perros se vestían de traje y galera plateados todos los días y se sentaban en la enorme puerta, de hierro de dulce de leche, a esperar, mientras leían cuentos fantásticos y comían tortas de chocolate. Las hadas del castillo trabajaban en todo momento, perfumando las alfombras, preparando dulces y chupetines para la llegada del príncipe. Así pasaban los día...

Ahora

Soy lo que dejaste de mí, fui lo que quisiste que sea cuando vos quisiste que sea. Fuimos la nada misma mientras parecía que seríamos todo. Eras ese sueño de tantos años, eras la ilusión que había quedado sumergida en medio de la vida. Soy lo que nunca quisiste que sea. Fui más de lo que merecías, fui mucho más de lo que creí ser. Si pudiera decirte todo lo que no quisiste escuchar, ya no te lo diría. Ya no. Soy lo que aprendí de vos, soy tanto más que no podrías reconocer tan siquiera mi voz. Fuimos la nada antes y después. Y nunca más volveremos a ser. Yo soy. Vos, no sé.

Sangre

Se mueren las maderas con sólo caminar, la inmensa casa abandonada parece agonizar. Una mujer se asoma, temblando sus pies, el terror le invade hasta los huesos. La mirada perdida hacia el mar, que, con su oleaje fino atravesaba su andar. La sangre se derramó una vez más, bajo la almohada al final. Un perro ladra. Un pájaro ya dejó de cantar. Las maderas parecen llorar. Las deja caer, las oye morir. Ya no brillan sus ojos ni al pasar, le tiembla el cuerpo y el alma aún más. El alma ya cansada y olvidada bajo aquella almohada ensangrentada.