Bautista se levanta todas las mañanas feliz. Tiene una sonrisa infinita y su energía colma de flores de colores el alma de nuestra casa.
Apenas si intenta dar un paso y le tiemblan las piernitas, apenas si dice “mamá” y papá” sin saber lo que dice, o sí. Lo que seguramente sabe es que nos morimos de amor.
Casi llegando a su primer añito ya hace más monerías que cualquiera, copia, imita, intenta hacer de mil maneras, las graciosísimas caras que mami y papi le muestran y le repiten con tal de verlo y oirlo reir a carcajadas.
Le gusta mirar la luz, sabe dónde está y sabe cómo prenderla, sabe que si la toca se quema pero insiste en quemarse, evidentemente así se aprende. Igual no lo dejo por supuesto.
Su cuarto es un mar, el soñado mar para todos, lleno de peces y cangrejos coloridos que no hacen ruido, con ballenas de las buenas que se divierten viéndolo crecer.
Los delfines lo cuidan por las noches y Bautista sueña maravillas del mundo del mar.
Se enamora de las palomas, sus ojitos se inundan de paz y felicidad cuando las ve pasar. Les regala su comida para poder verlas cerca suyo, las llama a su manera para oirlas respirar.
Bautista ama la naturaleza.
Gatea sin parar, demasiado rápido para su edad, en realidad ya lo hace desde hace dos meses, es hora de caminar pero su ansiedad por llegar a tocar todo lo que quiere hace que el gateo sea su manera más sencilla de estar.
Abraza a su abuela con apenas mirarla, su felicidad es eterna.
Le gusta bañarse y estar ratos largos jugando con papá, hablan mucho y aprenden juntos cada día un poco más.
Mi pequeño indiecito juega a gritar hasta casi no poder respirar, le gusta saludar a todas las personas que andan por las calles.
Bauti es lo más parecido a un terremoto que está llegando, juega y se ríe solito, sabe escuchar música y mirar dibujitos pero de repente lo tengo colgado de mis piernas queriendo escalarlas para llegar a la mesada o a la computadora y de paso escribir algunas palabras.
Él, tan inocente no tiene idea de lo que significa para mí, no se imagina el amor que siento al verlo, ni cuánto me muero por su olor de la mañana, por esos ojazos que me salvan de cualquier pozo ciego en el que esté por caer.
Bautista es el angelito que me da vida cada día, es quien me protege del aburrimiento, es quien me enseña a ser mejor persona, mejor mujer, es quien me enseña a ser mamá.
Una tarea tan complicada que no se puede explicar.
Un piojito que camina tomado de mis manos de acá para allá, es un sol que siempre está, es la luna de mi alma y el cielo de mi ser.
Mi pequeño genio entiende cada palabra y cada gesto y aprende en un segundo todo lo que le muestro.
Adora a la gente, sobre todo a la gente que lo quiere, que juega con él, que lo mima y lo acaricia.
Su mente va más rápido que sus movimientos, siempre quiere estar antes, siempre quiere estar.
Bautista es mi vida, ahora y para toda la eternidad.
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