La vida nos va acomodando donde nos vamos sintiendo mejor en
cada etapa que atravesamos, aunque “mejor” no significa bien ni felices, significa
“mejor”, puede ser para aprender de un error, puede acomodarnos en medio de un
sufrimiento impensado, para enseñarnos algo.
Quizás perder a alguien importante nos acomoda en el lugar
más débil del que creemos que no podremos salir. Cuando digo que la vida nos
acomoda donde nos vamos “sintiendo mejor”, no me refiero a sentirnos bien ni
felices, sino al hecho de que nos “sienta bien” estar ante determinada
situación en el momento en que nos toca estarlo.
Cuando perdí a mi abuela materna sentí que se me caía el
mundo, no podía concebir la idea de que eso estuviera sucediendo, además, fue
realmente una tragedia. Literal.
Tenía 18 años, había terminado el secundario, viaje de
egresados, mi vida era una fiesta hasta
que dejó de serlo, claro que no duró para siempre. Pero viéndolo a lo lejos, a
la distancia y aún extrañándola, a mis 42, entiendo que la vida me puso ahí,
así y de tal manera por el simple motivo de que era el mejor momento para que
yo pudiera contener a mi madre y ayudarla a sanar ese dolor.
Cuando escribimos lo hacemos para nosotros mismos, los que
escribimos, porque necesitamos contarnos a nosotros mismos lo que nos pasa y
leerlo una y otra vez, a mí, al menos me resulta terapéutico y un acto de
sanación para el alma, leer lo que me pasa, y no para auto convencerme de que
escribí algo genial, sino para mirarme desde afuera. Leerme es entenderme y
aprender.
Cuando la vida nos acomoda para que tengamos felicidad nos
sentimos plenos, todo es alegría, sonreímos, amamos, brillamos, nos abrazamos y
nos unimos a otros, o a otro que nos eriza la piel y nos devuelve las ganas de
todo. Y ahí pensamos: “Al fin Dios me está dando una buena” o “Gracias
Dios”. Porque solamente deseamos y
valoramos lo bueno, lo lindo, que
nuestros hijos sean excelentes alumnos y mejores personas, que nuestra salud
sea impecable, que nuestros padres sean eternos, que nos ame la persona que
amamos, que le gustemos a quien nos gusta. Y así con todo. Sin darnos cuenta,
en lo más mínimo, que de lo malo aprendemos mucho más que de lo bueno. Si es
que existe lo malo y lo bueno, por supuesto.
No reparamos en que solo son pequeños momentos que nos
acomoda la vida, la realidad es que siempre nos decimos a nosotros mismos, y
claro a los demás, como grandes consejeros: “Disfrutá del momento” “viví el día
a día”. Pero la mayoría de las veces lo decimos
sin creerlo nosotros mismos.
Entonces para ir terminando, yo hoy estoy escribiendo desde
el lugar que me toca, donde estoy “mejor” acomodada y desde donde, hace unos
largos meses, estoy aprendiendo a no ser quien era, porque esa persona, esa
mujer que era , hablaba de disfrutar el día a día y cada momento viviendo la
vida sin apuro. Hablaba. Lo
aconsejaba. No en la práctica.
Y, ahora, escribiendo, quizás los ayude un poquito a aprender
a “leerse” aunque no sepan o no puedan plasmar en una hoja lo que sienten. No
necesariamente hay que escribir para leerse. Acomódense donde les toque, siéntanse cómodos que solo dura un
tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario